Dos años ya

Dos años ya, Txiki, parece mentira. No se me olvidará nunca que estaba yo viendo las Marchas Populares de Lisboa cuando me llamaron. Sé que no habrá un Santo Antonio que no me acuerde de ti.

Y ahora, ya sabes, me voy. Muchas veces me acuerdo de ti recitando esos versos de Miguel Hernández: «Me voy, me voy, me voy, pero me quedo, pero me voy, desierto y sin arena».

Ahora me voy. Me voy, me voy. No como otras veces que me-iba-para-cuánto-tiempo. Me voy para quedarme, me voy porque he encontrado otro sitio donde estoy en casa, y donde tengo una vida. Me voy, Txiki.

Pero me quedo. Sé que entiendes lo que quiero decir. Un bilbaíno nunca se aleja mucho de Bilbao, por muy lejos que vaya; un bilbaíno nunca es más bilbaíno que cuando está lejos de Bilbao. Bilbao seguirá siendo la ciudad de mi infancia, de mi familia y de mis amigos; y tu ciudad también, claro.

Pero me voy. Me voy a ser feliz, Txiki. Y sé que si estuvieras aquí te alegrarías por mí, aunque te diera pena. Me destrozarías los nudillos con un apretón de manos, me pedirías que te trajera una camiseta de Pessoa (que nunca llegué a llevarte, qué desastre soy) y recitarías, una vez más, aquello de «El poeta es un fingidor». Me dirías que le diera un beso a A. de tu parte, y prometerías visitarme (promesas que nunca llegaste a cumplir, qué desastre eres).

En fin, dos años ya, Txiki, y ahora me voy. Me voy, me voy. Y tú te vienes conmigo.

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