Círculo incompleto

Una vez escribí un cuento sobre un músico mediocre al que le visitaba Schubert en sueños para pedirle que terminase la Sinfonía incompleta por él. Para que escribiese los dos movimientos que faltan para completar la sinfonía. El músico protestaba, alababa la perfección de la obra tal y como se conserva, se mostraba inseguro, finalmente aceptaba pero luego terminaba negándose e insultando a Schubert, que desaparecía indignado. A la mañana siguiente se despertaba, ponía el CD de la Sinfonía incompleta en la minicadena y se sentaba a escuchar. Pero el CD estaba rayado, así que oía una Sinfonía incompleta incompleta.

Por lo menos, esa era la idea del cuento, porque el cuento se quedó incompleto. Escribí cinco páginas de diálogos entre Schubert y el músico mediocre, que pretendían ser por una parte una introspección psicológica y por otra un sutil debate sobre el concepto de unidad artística, obra abierta, autoridad y poder. En realidad, según lo recuerdo, eran páginas pedantes y lentísimas, interminables y retóricas. En mi defensa, era joven (lo que no quiere decir que ahora consiguiera escribirlas mejor).

Imagino que, para cerrar el círculo, algún día encontraré la forma de visitarme a mí mismo en sueños en el pasado y pedirme que termine el cuento incompleto sobre la Sinfonía incompleta. Discutiré conmigo mismo, protestaré, finalmente aceptaré pero luego terminaré negándome e insultándome, como corresponde.

Imagino también que después, como desahogo, escribiré (¿escribiría, habré escrito?) un cuento fantástico sobre un hombre al que le nacen hormigas en la garganta y una mujer a la que le anidan arañas en las orejas.